Como cada
noche, antes de dormir y acostada ya sobre mi cama, comenzaba mi particular
conversación interna, donde nadie a simple vista podía juzgarme. A veces, Dios;
Otras, seres queridos que ya no permanecían a mi lado; Un día el Universo y al
día siguiente mi Ángel de la guarda...
Así continué
hablando cada noche y lanzando al aire todas las dudas que hervían sobre
mi cabeza como en una olla a presión y todos los planteamientos que
surgían espontáneamente como lianas aferrándose a los árboles.
Hasta que un
instante mágico me reveló que únicamente hablaba conmigo cada día, con mi
conciencia, con mi ser más elevado que solía permanecer escondido durante
largos periodos de tiempo.
Pero ese Dios
tan mío y tan de todos, al que me dirigía en tantas ocasiones, sutilmente me
escuchaba, incluso ¡guardaba mis preguntas!
Al principio
solo me enviaba un eco a ciertas cuestiones...
Llegando la
siguiente estación y con la caída de las hojas, se fueron desplomando a la vez
mis ganas de seguir manteniendo aquellas conversaciones con alguien que ni
siquiera sabía si existía, si me prestaba atención, o si tan solo había
imaginado en mi cabeza fantaseando en la oscuridad de mi habitación.
De repente las
respuestas empezaron a llegar, experiencia tras experiencia. No hacía falta que
concluyera el día, incluso a plena luz del sol me hablaba esa voz interior,
contándome en cada ocasión un hermoso y aleccionado cuento sobre la vida.
Una vez creí
que era su voz limpia, cálida y amable, la que llegaba hasta mis oídos
delicadamente, casi como un soplo de aire escurridizo en mi mejilla.
Confieso que a
mí siempre prefería hablarme en un lugar tranquilo y sosegado, donde
certeramente verificaba que iba tomando nota mi conciencia más despistada.
Cuando era
joven, me repetía la historia incesante con cada costumbre que no controlaba.
Al tiempo y con alguna cana despuntando irremediablemente en mi melena, fue
cuando únicamente comenzó a mostrarme una lección para cada etapa vivida.
Eso de alguna
forma me tranquilizaba y gradualmente comencé a sentirme cada vez más ágil con
mis emociones, consecuencias que desde el origen cargaba en una bolsa tan
profunda como la de mi primer viaje.
“Cuando en medio del caos encuentras la paz y el amor, significa que estás siendo congruente con tu esencia. Hoy sigo agradeciendo haber encontrado esa paz y ese amor en medio de un remolino de acontecimientos, sabiendo que alguien más grande que yo está de mi lado.”
Espero algún día, llegar ser tan ligero como cuentas; que increible sensación debe ser esa :)
ResponderEliminarbuenos comienzos de blog, un abrazo Maria:)
Y yo espero poder verlo, Javier... ;)
EliminarGracias por ser y por estar!