sábado, 12 de marzo de 2016

12 años después

De aquel trágico día poco podría aportar, que ya no sepa la gente. Mi recuerdo y mi luz, sin duda hoy van para ellos. Quienes aquella fatídica mañana de jueves, perdieron de un plumazo sus vidas.

Personalmente, cada vez que me sorprende este 11 de Marzo, tampoco puedo olvidar su llamada. Si me permiten...
El reloj aún no había marcado las ocho y un sonido alarmante sacudía mi móvil sin compasión. No tardé demasiado en descolgar el teléfono, pero para ella, esos segundos se hicieron eternos. Aquel nerviosismo y justificada preocupación, de quien desde el otro lado me preguntaba, me impidieron reconocer de quién se trataba.

-¿Estás bien? ¿Estás bien?- Repetía una y otra vez sin pausa y sobresaltada.
Yo intentaba calmarla, pero su acelerado ímpetu por saber, no me ayudaba.
-Pero dime… ¿estás bien?- ¡Aquella voz continuaba tan alterada, que ni siquiera podía escuchar mis palabras!
-¿Quién eres?- Pregunté por segunda vez con voz temblorosa y estremecida, después de oír como por la suya, se le salía el alma.

A esa voz que aún seguía sin identificar, solo le acompañaba un número fijo y extenso, desconocido entre mis habituales llamadas. No provenía de mi casa, ni de ningún otro lugar que en ese momento incierto recordara...

-¿Cómo qué quién soy? ¿No me conoces?- Exclamó a voz en grito, entre un estado de ansiedad e intranquilidad imposible de controlar. Ese estado capaz de sacarte de golpe de un entorno, que luego se vuelve ausente por la angustiosa noticia, causante de una gran consternación a una mañana recién estrenada, hizo que ni siquiera entonces, reconociera su voz.
-¿Quién voy a ser?- Exclamaba con el corazón en un puño. -¡Soy tu hermana!
En su caso y como en el de muchos compañeros, fue un profesor de la Universidad, quien les anunció el trágico suceso.

Ésa que me llamaba desde Córdoba y que, con su gran dolor, consiguió que me desencajara… Mi hermanita del alma, la última que llegó a la familia, pintando nuevas sonrisas en nuestras caras.

-Marina… ¡Estoy bien!- Asentí varias veces (hoy una, no era suficiente) mientras amarraba más de cien lágrimas que a toda prisa, se agolpaban en mis ojos.

La voz de mi pequeña hermana, fue esa voz primera, la que tal día como hoy me aclamaba con tono triste y desolado, la que seguiría escuchando, después de tantas otras, durante aquel inolvidable día.

Al colgar el teléfono, después de aliviarle con mis noticias, me derrumbé por completo. Fui incapaz de retener todas esas lágrimas que empujaban fuerte desde dentro. Y aunque seguí viendo por TV continuas imágenes demoledoras, aquella voz de mi hermana, aquella llamada, no sé si debiera… pero fue para mí, lo más conmovedor de una larga, cruel y nefasta jornada.

Aquella pequeña niña que aplaudía sonriente, tras soplar las dos velas de su tarta, frente al calor de su familia y al de una ardiente candela. Aquella niña a la que mi abuelo metía en una caja de cartón abierta, enganchada a una cuerda, de la que él contento tiraba, para jugar a pasearla. Aquella niña que tan rápido fue creciendo, a la vez que cumplía sueños. La que hasta ahora, de mi familia, ha llegado más lejos, incluso armándose de valor para cruzar océanos… Aquella misma niña era, la que salió de clase corriendo aquel 11 de Marzo de 2004, en busca de un teléfono para poder localizar a su hermana mayor, después de escribir en la pizarra un profesor: "Gran atentado terrorista en Madrid, decenas de víctimas en Atocha."

Tras esa imborrable llamada de teléfono que al volver a recordar hoy, lloro, pude sentir todo ese amor custodiado que, como pocas, se empeña en guardar con recelo bajo llave, en un corazón enorme que palpita de vez en cuando más fuerte y rápido que el de otra mucha gente.
Esa llamada me regaló la vida. No el hecho de no haber subido a un tren, como hasta el día anterior por trabajo hacía, desde esa misma estación de Atocha. Sino esa llamada de mi hermana y lo que sin darse cuenta exclusivamente traía; Eso que me contó su voz y que con palabras, nunca se atrevía.

Valora la vida que se te ha otorgado por gracia divina y ama cada instante que aún respiras.
Porque será en un tren, en un avión, por carretera, resguardados bajo un techo o a pleno cielo descubierto. Son tantas las formas y los lugares donde, esa temida y fría dama con quien algunos sueñan de negro, nos espera...

Por todas las víctimas y sus familiares.
Y por todas las historias que este día encierra; Las que ya permanecen dormidas y esas otras que despertaron, cambiando vidas.



No hay comentarios:

Publicar un comentario